Comparto, luego existo

Tiempo de lectura: 4 min

En la época en la que nos rodean los estímulos constantes, el ruido externo no nos permite escucharnos a nosotros mismos.

Cuando tienes un momento de tranquilidad, ¿qué probabilidades hay de que cojas el teléfono y revises el WhatsApp, o te metas a tus RRSS para “matar el tiempo”? Qué ha pasado con los momentos de aburrimiento que traen creatividad, reflexión, recuerdos. Que te dan tiempo para pensar. Rápidamente nuestra atención busca nuevos estímulos ¿a ver si ha conseguido algún like la publicación que hice esta mañana? Párate a pensarlo. ¿Te sucede? En caso de que estés leyendo esto en un ordenador, ¿tienes cerca tu teléfono?

Zona cero

Esta suma de tiempos de uso del dispositivo tiene un impacto directo en diferentes ámbitos de nuestra vida.

El impacto más directo es con nosotros mismos. De esas horas que pasamos con el teléfono uno de los tiempos que se recorta es el tiempo que dedicamos a reflexionar o acordarnos de cosas, a pensar. Esto tiene un impacto cognitivo, sobre todo en el desarrollo de los más pequeños, que necesitan momentos de aburrimiento para ser creativos, explorar, hacer preguntas. Pero los adultos no quedamos exentos.

“Únicamente cuando estamos a solas con nuestros pensamientos – cuando no reaccionamos a estímulos externos – activamos la parte de la infraestructura básica del cerebro dedicada a construir un sentido estable de nuestro pasado autobiográfico. Esta parte se llama red neuronal por defecto. Así pues, sin soledad, no podemos construir un sentido estable del yo.” Dice Sherry Turkle en el libro En defensa de la conversación.

¿Porqué nos atrae tanto la tecnología que acudimos a ella en vez de acudir a nuestro interior?

Insisto en que es perfectamente lícito usar redes sociales, a todos nos da gustito compartir cosas y que a la gente le guste, y que la gente vea que a la gente le gusta. El problema es que tanto refuerzo positivo hace que queramos más y más, como digo, tenemos que aprender a usarlo con moderación y de forma consciente. Requiere de un ejercicio de autocontrol, y, sobre todo, introducir hábitos (la fuerza de voluntad se queda corta). Personalmente, tras aplicar varios de los “trucos” que he explicado en el apartado de Bienestar Digital, me he ido acostumbrando a utilizar menos el teléfono, y es como un círculo vicioso, cuanto menos lo uso menos quiero usarlo y viceversa. Es por ello por lo que creo que empieza en cada uno el acto de: primero hacerse consciente, después pensar qué es lo que se quiere y por último regularlo para conseguirlo. Pasa por elegir la forma en la que queremos incorporar todo esto en nuestra vida.

Incluso un móvil en silencio desconecta

Las interrupciones ya no se reconocen como interrupciones, se reconocen como nuevas conexiones, y empezamos a aceptarlas. Pasa por nosotros el decidir si queremos tener conversaciones con interrupciones constantes o si valoramos tener una conversación centrada, continuada, que permita profundizar. Si de verdad es lo que valoramos, podemos comentarlo en nuestros círculos más cercanos y proponer momentos de encuentro sin teléfonos.

“Las interrupciones nos permiten evitar sentimientos difíciles y momentos incómodos. Se convierten en una comodidad. Y, a lo largo del tiempo hemos entrenado a nuestro cerebro para desearlas. Por supuesto, todo esto hace que sea cada vez más difícil tener una conversación” señala Turkle. Mantener muchas relaciones/conexiones simultáneas nos impide profundizar en ellas.

Creo que hoy en día se usa mucho el comodín “¡ay, que estoy muy ocupado mirando el móvil!” para momentos que queremos evitar situaciones incómodas. No hay nada de malo en eso, siempre se ha podido simular el prestar atención a otra cosa, sin embargo, esto hace que cada vez seamos menos tolerantes ante situaciones incómodas y tensas, por lo que estaremos menos preparados cuando de verdad nos encontremos en un momento en el que debemos lidiar con ello. Por ejemplo, el típico momento “ascensor”, quizás te surja una conversación con la vecina, pero es mucho más probable que suavices ese momento con la anestesia del teléfono, ¿te ocurre?

La cantidad de texto que escribimos por medios digitales como los mensajes instantáneos, publicaciones en redes sociales o artículos como este que estoy escribiendo ahora mismo, nos permiten presentarnos a los demás como el “yo que quiero ser”. Se puede pensar, editar y retocar todo lo que queramos. Sin embargo, una conversación cara a cara o en tiempo real (como una videollamada) es espontánea, no lo controlas, te expones ante el riesgo de cometer un “error”. Por ello, cada vez más, los jóvenes se sienten más a gusto relacionándose por mensajería escrita y prefieren mensajes de texto a hablar directamente, especialmente para temas difíciles. Sabes que al transmitir algo difícil la otra persona va a reaccionar con unos sentimientos, pero si no lo tienes enfrente, si no ves la reacción, es mucho más fácil de digerir. Sin embargo, ser capaz de hablar a la cara temas difíciles crea un vínculo más profundo, un vínculo más cercano.

A través de la conversación aprendemos a tener empatía. Se está produciendo una huida de la conversación, de la introspección, de la empatía… Hemos llegado hasta el punto de que un mero móvil en silencio encima de la mesa nos desconecta.

En la realidad, las relaciones interpersonales son diversas, caóticas, exigentes. Requieren de capacidades como la empatía o la resiliencia, pero, sobre todo, no estamos exentos de errores. Relacionarnos de forma directa es una de las riquezas del ser humano, es así, tenemos que asumir que somos vulnerables y vivir con ello. Nuestra confianza se sustenta en la aprobación de los otros, si cada vez de forma más frecuente vivimos con paliativos las situaciones incómodas, el más pequeño atisbo de crítica o rechazo directo puede hundirnos.

Para terminar, una frase de Kafka que siempre me ha llamado la atención y me acompaña desde que comencé a cuestionarme tanto uso de RRSS:

“No hace falta que salgas de tu habitación. Quédate sentado en tu escritorio y escucha. No necesitas si quiera escuchar, simplemente espera, sencillamente aprende a estar en silencio, quieto y solo. El mundo se ofrecerá inmenso ante ti para que lo desenmascares.”

Si has llegado hasta aquí leyendo ¡muchas gracias! (significa que has estado centrado por lo menos 4 minutos). Ya puedes levantar la mirada de la pantalla donde sea que hayas leído esto y “relajar la mente”, esto significa que apagues la pantalla, cierres los ojos y pienses 10 segundos en los dedos de tus pies.

¡Que tengas un bonito día!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.